Peter Birle es director científico del Instituto Ibero-Americano de Berlín y expresidente de la Asociación Alemána de Investigaciones sobre América Latina. También es coeditor del libro Elites en América Latina.
Las ideas y convicciones juegan un papel importante en la política. Esto se aplica tanto a las políticas nacionales como a las relaciones internacionales entre los Estados. No es sin razón que Benedict Anderson habló de las naciones como “comunidades imaginadas”, es decir, entidades que se mantienen unidas y llenas de vida gracias a la imaginación y a las convicciones de las personas que pertenecen a ellas. El término “región” también tiene mucho que ver con ideas y creencias. Por supuesto, también se trata de la vecindad geográfica o la proximidad entre los Estados, pero eso no es todo. En ningún otro lugar del mundo es esto más visible que en el continente americano, donde circula una gran cantidad de diferentes ideas y nociones relacionadas con el concepto de región. Por eso, antes de poder hablar de los motivos del regionalismo latinoamericano, tenemos que ocuparnos primero de las diferentes ideas sobre la región de la que estamos hablando.
La comprensión más amplia de la región se refiere a todo el continente de América. Tanto el panamericanismo, cuyos orígenes se remontan al siglo XIX, como el interamericanismo, un concepto que se ha utilizado más comúnmente desde el siglo XX, interpretan toda América del Norte y del Sur como una región común y abogan por la cooperación más estrecha posible entre todos los países del continente, desde Argentina y Chile, en el sur, hasta Canadá y Alaska, que pertenece a los Estados Unidos, en el norte. Después de 1945, el sistema interamericano nació sobre la base de esas ideas, incluyendo organizaciones como la Organización de Estados Americanos (OEA) y regímenes internacionales como el Sistema Interamericano de Protección de los Derechos Humanos (SIDH) y el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR). El Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), iniciada por el entonces presidente de los Estados Unidos George Bush en 1991, también hizo hincapié en los intereses comunes de todos los países de la región. Como sabemos, la idea de una zona de libre comercio “desde Alaska hasta Tierra del Fuego” quedó enterrada en 2006 porque muchas personas y gobiernos del sur del continente estaban convencidos de que ese tipo de cooperación regional no les convendría. La OEA también fue criticada por su instrumentalización por parte de los Estados Unidos como un elemento de la Guerra Fría. Desde la década de 1990, cada vez menos personas y gobiernos del sur del continente la perciben como “nuestra organización regional”. Este fue un motivo importante para el nuevo regionalismo latinoamericano y para que en 2010 se creara una organización regional, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), a la que pueden pertenecer todos los países de América Latina y el Caribe, pero no los Estados Unidos ni Canadá.
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