H. C. F. Mansilla es individuo de número de la Academia Nacional de Ciencias de Bolivia y de la Academia Boliviana de la Lengua. También es el autor del libro El desencanto con el desarrollo actual: las ilusiones y las trampas de la modernización.
También en América Latina se discute actualmente acerca de los complejos vínculos entre el avance imparable del progreso tecnológico, los desarreglos medio-ambientales y la falta de genuinas normativas éticas. En mi opinión, esto se percibe de forma dramática en los estratos juveniles de casi todos los países. La incipiente desilusión con los productos de la civilización tecnológica parece haber conducido —entre otros factores— a una revisión de las modas intelectuales predominantes y, por consiguiente, a la necesidad de rescatar los valores morales del humanismo. Estos últimos, se supone ahora, deben contribuir a promover un pensamiento crítico con resonancia social y a un sentimiento de auténtica responsabilidad de los ciudadanos ante sus sociedades respectivas y frente a sí mismos. El renacimiento de las tendencias humanistas, por más débil que sea esta corriente, representa un indicio de que la celebrada dilución de la moral no es probablemente la última palabra de nuestra atribulada época.
El mundo del presente, marcado todavía por el relativismo de valores en la esfera moral y por el predominio del principio de eficacia en el campo de la economía, desprecia las normativas éticas y estéticas de pasadas generaciones. Lo dicho hasta aquí parece que corresponde a la dimensión del humanismo convencional, que, según los postmodernistas, estaría ligado hoy al ámbito de la mera nostalgia, que ahora es vista como la esfera de la caducidad1. Pero hay que insistir en que la nostalgia posee una función eminentemente crítica, pues es la consciencia de la pérdida de cualidades históricamente aceptables y valores razonables, pero reputados ahora como anticuados (por ejemplo: la confiabilidad, la perseverancia, la autonomía de juicio, el respeto a la pluralidad de opiniones y el aprecio por el Estado de derecho), que han demostrado ser útiles e importantes para una vida bien lograda2. El rechazo de la nostalgia crítica conlleva el empobrecimiento de la existencia individual y social en nuestro siglo, posibilidad vislumbrada tempranamente por la Escuela de Frankfurt3. El rescate de la nostalgia crítica está opuesto, por ejemplo, a la actitud predominante hoy en día en los campos académicos e intelectuales latinoamericanos, donde lo habitual es plegarse a la moda del momento con genuina devoción. Así como hace cincuenta años las diferentes variantes del marxismo constituían el credo único en ciencias sociales, hoy las distintas escuelas del postmodernismo, como la deconstrucción, el multiculturalismo y el relativismo axiológico, representan las corrientes obligatorias de la época, que las personas astutas hacen bien en seguir mansamente. Hemos cambiado un dogmatismo por otro, no menos asfixiante que el anterior. Al igual que en otros tiempos, lo necio y lo irrisorio sería estar fuera de la ortodoxia de turno. El renacimiento del humanismo puede ayudarnos a modificar esta constelación, contribuyendo a crear una consciencia crítica de problemas.
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