Esta entrevista fue realizada por Javier Toro.
Leonardo Morlino es profesor emérito de Ciencias Políticas de la Universidad Libre Internacional de Estudios Sociales “Guido Carli” y ex presidente de la Asociación Internacional de Ciencia Política. También es el autor del libro Cambios hacia la democracia: actores, estructuras, procesos.
La pregunta sobre qué es la buena democracia ha estado en el centro de la filosofía política durante siglos. Y es difícil decir de manera inequívoca qué es exactamente porque la buena democracia es una noción normativa. Es decir, su definición depende de a quién le pregunte. Cada ciudadano puede tener su propia noción de lo que es. Diferentes filósofos, diferentes líneas de pensamiento, diferentes concepciones de la democracia pueden cada uno tener una definición diferente de lo que es. En resumen, la buena democracia es lo que el filósofo británico Walter Bryce Gallie llama un “concepto esencialmente controvertido”. Para poder evaluar la calidad de cualquier democracia, desarrollé una serie de indicadores que abarcan todas esas nociones diferentes. Para ello, establecí una definición muy amplia: una democracia de alta calidad es “una estructura institucional estable que promueve la libertad y la igualdad de los ciudadanos a través del funcionamiento legítimo y correcto de sus instituciones y mecanismos”. Esta definición abarca las cualidades ampliamente aceptadas que debe tener una buena democracia —libertad e igualdad— y ofrece un marco de trabajo que puede ser aceptado fácilmente por muchas personas. Ahora, en relación con la segunda parte de su pregunta, la gobernanza eficaz ha sido generalmente aceptada, en particular, por las organizaciones internacionales, como un componente de la buena democracia. Estas organizaciones hacen especial hincapié en la importancia del Estado de derecho y el control de la corrupción, entre otras cosas. Sin embargo, una vez más, como la buena democracia es un concepto normativo, se puede impugnar legítimamente la noción de que la gobernanza eficaz debe ser una condición necesaria. Ahora bien, es importante señalar que la gobernanza efectiva no implica una buena democracia. Se puede tener una gobernanza eficaz incluso en regímenes autoritarios. En China, por ejemplo, la libertad no es importante, pero sí lo es la gobernanza efectiva.
Nos hemos dado cuenta, a partir de nuestras observaciones a lo largo de los años, de que usualmente usamos la palabra democracia como una forma abreviada de “democracia liberal masiva”. Y creo que eso tiene que ver con cómo se desarrolló la democracia en los países occidentales. Primero vino la noción de libertad de las masas populares. Una vez que esa noción ganó terreno, surgieron las ideas que provocaron la democracia, es decir, la justicia y la igualdad. La libertad es un concepto clave para muchos filósofos de la democracia, cualquiera que sea la concepción particular de democracia que puedan tener. Por supuesto, también hay filósofos, como Platón, para quienes la libertad es un asunto irrelevante. También hay puntos de vista comunitarios de la democracia en los que la responsabilidad del individuo con la comunidad prevalece sobre la libertad individual, la cual puede no existir en lo absoluto. Sin embargo, para la mayoría de las doctrinas democráticas, la libertad es un elemento clave. Además de la explicación empírica que acabo de mencionar, existe una razón fundamental por la cual la libertad es un componente importante de la democracia. Según Giovanni Sartori, la democracia consiste en evitar el sufrimiento —“demo-protección”, el nombre que él dio a esta noción—, es decir, evitar que las personas sean encarceladas sin razones legales, torturadas o asesinadas. Y eso no se puede lograr sin libertad.
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